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Foto del escritorAlejandra Gianferro

DOS QUE QUERÍAN SER LIBRES

El negro Simón experto jinete y domador se sorprendió cuando el patrón lo convocó para entregarle el último alazán que le había comprado a Don Juan Manuel.

El animal había pasado por diferentes manos y ninguno había logrado doblegarlo, bastaba que viera acercarse una montura para que comenzara a corcovear, cual bestia salida del infierno, los músculos de sus patas traseras se tensaba y sus ojos destellaban rebeldía.

Tal era la desesperación del patrón por tener el animal a sus pies que le ofreció a Simón su libertad a cambio de su labor.

Ya no sería más esclavo, podría finalmente ser un hombre sin ataduras, feliz, libre.

No era su primera experiencia pero si la decisiva. Preparó todos los elementos y aquella mañana calurosa entró al corral. Intento lograr la confianza del animal, pero este como tantas veces se resistía. El calor hacía que el sudor cubriera su piel al igual que la del alazán, ambos sabían que se jugaban su libertad; Mientras desde lejos el patrón observaba el momento del triunfo. Pasaron varios días y la lucha se hacía cada vez más difícil.

Aquella tarde Simón se acercó, lento, expectante, sigilosos, con su mano morena logró acariciarle el lomo, cuando creyó que era el momento justo le colocó la montura. Se subió confiado lo había logrado!!

Cuando había dado tan solo cinco pasos montado en el alazán alrededor del corral, el caballos tensó sus patas traseras y sobre ellas se levantó como demostrando que no se doblegaría ante nadie; el cuerpo del negro Simón cayó abruptamente sobre la empalizada, un hilo de sangre se mezcló con el sudor de su cabeza, su última respiración le confirmaba que había logrado su cometido: ¡era libre!

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