Cuenta la historia que el juego de ajedrez tiene su origen en la India y data del siglo VI d.C. Originalmente conocido como Chaturanga, o juego del ejército, se difundió rápidamente por las rutas comerciales, llegó a Persia, y desde allí al Imperio bizantino, extendiéndose posteriormente por toda Asia.
El juego llegó a Europa entre los años 700 y 900, a través de la conquista de España por el Islam, aunque también lo practicaban los vikingos y los Cruzados que regresaban de Tierra Santa. Durante la Edad Media España e Italia eran los países donde más se practicaba. La conquista de América hizo que este juego llegara al nuevo continente de la mano de los españoles.
La historia de las Indias narra que los conquistadores utilizaban el ajedrez en sus ratos de ocio. Las ansias de poder y gloria llevaron a Francisco Pizarro a encauzar la conquista del Imperio Incaico, que se encontraba en el área andina de América del Sur. Para lograr tu cometido tuvieron que encarcelar a Atahualpa, el gobernante de este gran Imperio.
En su cautiverio, en la ciudad de Cajamarca, Atahualpa aprendió a jugar al ajedrez de tanto ver a sus carceleros jugarlo. Fue así que comenzó a circular una anécdota que cuenta que se encontraba Riquelme jugando contra Soto, quien se había convertido en uno de los protectores del emperador; Riquelme estaba por ganar la partida y cuando Soto quiso mover su caballo, Atahualpa tomó su brazo y le dijo: “¡No, Capitán, no…!, ¡El Castillo, el Castillo!” Soto ganó la partida al final y después de este suceso, ambos españoles, Soto y Riquelme invitaban a Atahualpa a jugar, pero generalmente este rehusaba hacerlo porque decía que jugaba muy poquito. A partir de este hecho una de las jugadas de ajedrez se conoce como el Gambito de Atahualpa.
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