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Foto del escritorAlejandra Gianferro

ANÉCDOTA 2: La otra cara de Don Juan Manuel

En su juventud Juan Manuel de Rosas se desenvolvía como mayordomo en los campos de Anchorena. Numerosos relatos de la época lo destacan como hábil jinete y domador; sin embargo también fue reconocido por otras virtudes.

Cierto día, Rosas encontró a tres aborígenes en el preciso momento en que le carneaban una yegua, cuyos despojos se estaban repartiendo. Aprovechando la confusión que su repentina aparición causó en estos hombres, le cortó la fuga interponiéndose entre ellos y sus caballos, amenazando de muerte al que intentase escapar, los asustados malhechores atribuyeron su accionar al hambre que asolaba a su pueblo. La actitud del caudillo sorprendió a los aborígenes quien hablándoles en su propia lengua les regaló doce animales y les dijo "No roben, amigos. Siempre que necesiten, pidan y yo les daré".

Al llegar a la toldería contaron lo sucedido y la fama de hombre bondadoso del “Gran jefe blanco”, como lo llamaban, fue esparciéndose entre los indígenas. De esta manera la astucia de Rosas sirvió para ganarse la buena voluntad de estos pueblos. Pero con el tiempo, el poder lo fue convirtiendo en un hombre menos comprensivo...


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